jueves, 18 de febrero de 2016

Un cumpleaños, el mar y sueños.

Hoy bajo un sol radiante e intenso, con una brisa suave, la cual no logro distinguir de donde proviene,  alegra el día. Después de jornadas complicadas pero no por ellas buenas, el tiempo esta a mi favor, que agradable se siente, no se cuanto dure pero es grato. Es así que desde mi terraza al escribir estas letras no dejo de pensar en ese día algo complejo, ya sin nada en los bolsillos, más que migajas  y muchos sueños, pero con mis manos endurecidas por el trabajo, no esperaba más que una copa de vino con vista al mar en solitario. Pero quizo el destino que como por arte de magia todo se solucionara, gracias a la ayuda de amigos, los cuales sin pedirles nada lo hicieron posible. Las migajas se transformaron en esperanza y los sueños en pequeñas realidades, no importa cuanto se sude o no se pueda dormir, el camino de los sueños, es como navegar el mar. 
Navegar ese horizonte azul sin poder apreciar el destino, es la carta que lleva un navegante como hoja de ruta, en la cual bajo las luces de las estrellas le entrega una posición estimada, solo estimada pues no es exacta, como la vida misma en la realidad. Así fue ese día, como navegar en un mar azul, solitario, pero intenso, a veces oscuro... pero con el paso de los momentos aparecen las estrellas que te guían y no te dejan solo.

Más con la oscuridad iluminada por las estrellas añoro esos besos perdidos y ausentes, esas caricias suaves y candentes, y esa mirada tierna y lujuriosa... en un día como ese... pero al sentir esta brisa se que es posible repetirlos, es cosa que pasen momentos y situaciones, todo a su tiempo....calma y paciencia. 

Que buen vino lleno mi copa muchas veces esa noche, compartí historias a orillas del mar con amigos, de esos que te acompañan en las más locas aventuras, esas que parecen que no tendrán retorno...

Así un buen vino a orillas del mar se transformo en los sueños de la ruta a navegar en el futuro...

Buen día, recuerden soñar e ir tras sus sueños, nada es perfecto, pero esa imperfección es lo que condimenta la vida.


Daniel Malfanti







lunes, 15 de febrero de 2016

Un solo diving, un buceo solitario un 14 de febrero.

Sumergirse es quizás una de mis más grandes pasiones, tomar una línea que he fondeado con un ancla, para dejar mi bote en busca de un nuevo mundo o una nueva forma de relajo, ha sido en el último tiempo el camino que me ha dado una gran tranquilidad y me ha enseñado a actuar con calma, sabiendo que muchas veces por correr o actuar apresuradamente uno se demora más que si lo hace más lento.

Es así que en el día de los enamorados, después de hacer clases de buceo tuve la oportunidad de sumergirme solo, en un día con una briosa suave y un sol muy fuerte, a pesar de que en esta época  la visibilidad no es muy buena, el mar me regalo una visibilidad de más de 15 metros, una maravilla en este mar. 


Mientras descendía tomado del cabo blanco que se perdía en la profundidad del mar, mi cara no dejaba de ocultar la alegría que tenía, quizás como aquel primer beso que le di a aquella hermosa joven de tiernos años, cabello castaño y unos ojos café muy profundos e intensos, fue una sensación de unidad muy potente. Mi mano sigue suavemente tocando el cabo, ya veo el fondo y con la gran visibilidad del día puedo ver esa vida oculta que antes no apreciaba, la arena esta llena de cangrejos de muchos tipos, ademas de estrellas y unas mini langostas o mejor dicho pateadores, que con sus colores potentes me dejan impresionado.  Llego al fondo, mi equipo que no emite burbujas un JJ-CCR, me da ese silencio que me recuerda viejas documentales del Calypso. 

Comienzo a recorrer y apreciar el fondo, me acompañan unas medusas y un par de pequeños Mola-Mola o peces Lunas. No puedo dejar de pensar en ella al mirar esta maravilla, cuantas veces me acompaño recorriendo las profundidades, con sus ojos muy abiertos y esos movimientos meticulosos  bajo agua, que dejan ver su entrenamiento en la danza. 

Sigo avanzando, cada vez más profundo y algo más fría el agua, tengo poco tiempo mis compañeros me esperan en el bote, en eso encuentro lo que se ha caído, lo amarro al ancla y voy a ver unos restos náufragos  que están más lejos, esta visibilidad me los ha permitido descubrir. Cuando los veo, me imagino como deben haber surcado estas aguas, con que desplante, y ahora solo quedan restos de maquinaria, quizás de dos o tres embarcaciones, ya son solo viejos fierros cubiertos por vida marina, hogar de pequeños crustáceos en estos momentos. Esos naufragios son como lo que fue estar con ella, los restos de algo de bello que quisiera reflotar aunque suene imposible, para sentir sus manos y sus caricias, en aquel amor que fue y que espero no haya naufragado por completo.   Se me acaba el tiempo y asciendo, muy lentamente, con calma, mi equipo me indica la presión parcial del gas.....termino complejo pero que marca la vida o la muerte de un buzo, si sabemos que somos algo pasajero en esta vida, es por ello que con estas maquinas vamos lejos para poder ver más allá del horizonte y ojalá de nuestros sueños......así como tengo la esperanza de reflotar esa amor naufragado. 


Daniel Malfanti

martes, 9 de febrero de 2016

Escribiendo al atardecer de un día cualquiera.


Ya atardece, el sol va cayendo y siendo absorbido por el mar, pintando el cielo de esa naranjo especial, como el que tengo en mi jardín, no son grandes la naranjillas o como se llamen, pero son sabrosas al comerlas y extraerles ese jugo que poseen, que deja mis manos sucias cada vez que las despojo de la cascara, la cual dejo caer en el patio sin contemplación esperando que el tiempo las pudra y las transforme en alimento para la tierra. Quizás sea una torpeza de mi parte, pero me siento feliz con ello.
Quiero cerrar el día, pero no dejo de pensar en una carta que leí, donde el rencor y el odio era su profunda expresión, intentando ocultarla con quejas y comentarios banales, muchos de ellos carentes de verdad.  Pero lo importante no son las letras ni las comas ni los puntos, si no lo que expresa. 


Cuando hoy ordenaba mi mal trecho jardín, después de casi cuatro años de abandono producto de estar tanto tiempo en el mar, pude ver que un sector una bellas flores nacen y crecen con tal majestuosidad, que solo basto un pequeño corte de malezas para que con el sol simplemente iluminen el jardín. Es esta relación con esta flor, la que siento en esa carta, una flor abandonada y perdida, que sintió la soledad con tal fuerza que marchito.  Por culpa de no cuidarla, se cubrió de tal manera que no vio el sol y con ello se quebró y seco; y uno que debía cuidar esa flor la perdió.  Hoy solo expresa con sus espinas el dolor que cobijo, no hay razones que la hagan comprender el abandono, no hay causales que justifiquen la sequedad de ese jardín, no hay motivo alguno. 

Por eso al mirar desde mi terraza lo verde que sale ahora desde la tierra, y los brotes de colores de las pocas flores junto a mis pocos frutales, veo como esas letras en el fondo de esa carta tienen un dejo de verdad, una flor no puede brillar y vivir sin un buen jardinero, y este no puede existir sin un jardín. Por eso cuando no hay esa unión se transforma en un lobo de estepas desiertas y solitarias, no por ello sin sentimientos, pero si errante y sin ganas probables de quedarse en un jardín.

Ya el sol no calienta y la brisa es fría, pero escucho el cantar de las aves, algo fuerte por su cercanía quizás o porque el silencio resalta ese dulce cantar. Que más da, esa carta de odio y tristeza, ha llegado fuerte y hondo, no por lo que dice, si no por lo que se siente al leerla. 
La brisa calmo, como la inquietud bajo, el jardín cobija mi mirada pues no puedo permitir que vuelva a desaparecer en el abandono, aunque deambule como lobo.


Daniel Malfanti

domingo, 7 de febrero de 2016

Naufragios.






Muchas veces me han preguntado por que internarse en la oscuridad de nuestras aguas en busca de esos maderos o fierros abandonados hace años, que se esparcen en la arena o son tapadas por ella, muchas veces en un medio ambiente peligroso, o más allá de lo que el sentimiento de nuestra vida nos puede dar. Ir tras ellos, su historia, sus dramas y sus restos sin duda es algo que llevo a fuego grabado en mi alma, describir lo que siento al sumergirme, al sector la soledad de ese descenso, al morder una vez tras otras el fracaso de no encontrarlo, hasta la alegría que siento de poder hallarlo y tocar ese resto de nuestra historia, sentir esas almas que corrieron por ellos en su última singladura han transformado en estas búsquedas en parte de mi ser.  

Me críe junto al mar, entre muelles, barcos pesqueros, historias de mar, y sobre todo con un Padre que a pesar de que no sabia navegar amaba el mar con tan fuerza como lo fue mi abuelo y mis antepasados, que paso su vida dirigiendo y organizando a esos barcos de pesca que se internaban en el mar en busca del sustento para sus familias, cuantos de ellos no llegaron a a puerto, cuantos esposas lloraron a sus maridos, cuantos niños y niñas quedaron mirando al mar como su Padre, esperando ese retorno a casa que nunca llegaría, o esa madre que vio en su hijo el fruto de su vida, pero que al caminar por esas maderas corroídas por temporales y mal tiempo espero incansablemente noticias de su hijo, sabiendo en el fondo del corazón que descansaba en el fondo del mar en una navegación eterna. 

Si, el mar probablemente el más fuerte de nuestros compañeros en este planeta que habitamos, por lo mismo son pocos lo que entregan su vida a navegarlo, y aún menos los que se adentran en sus profundidades, no soy quién para decir lo que siento en el alma cuando me sumerjo, pero si puedo decir que cuando encuentro una parte de esa historia mi corazón late con tal fuerza como si no hubiera tormenta perfecta capaz de detenerme. 

Naufragios, viejos maderos, viejos fierros, restos de nuestra historia, son los restos de historias de hombres y mujeres valientes que en algún momento debieron surcar esas aguas en busca de mejores destinos, llevar cargas vitales, defender la patria o simplemente el placer de ser diferente, esconden en ellos los más fascinantes sueños que espero descubrir. 
Naufragios son la mayor aventura de mi vida, se las comparto con pasión y ganas de descubrir un mundo perdido lleno de misterios y leyendas.
Buen día.

Daniel Malfanti

viernes, 5 de febrero de 2016

Un limon, un recuerdo y una noche.

Cuando miro balancearse el limón de mi casa, siento la nostalgia de haberlo sembrado sobre arena de duna, esa tierra infertil, que donde das dos pasos retrocedes uno, donde tus piernas se consumen en el agotamiento. Pero hoy se balancea con tan fuerza, que pareciera ser indestructible, como el mejor hierro forjado o como el granito prensado por miles de años bajo la tierra. Creció en lo imposible, como el beso de ella aquel día de verano, bajo ese fuerte sol a orillas del mar, que mezclado con la sal lo transforman en un recuerdo imborrable, que quedo grabado en el alma.   

Solo vestía un delgado y ajustado vestido, dejando apreciar las lineas de su figura, como la flor más suave y tierna del jardín, sonreía con cierta tímides, que llamaba la atención, ya tenía sus años para ello. Ahora el viento este golpea un poco más fuerte mis limones, pareciera que alguno caera, pero aún no están tan amarillos como para ello es lo que creo, pero aún así su sabor es tan agradable que al mezclarlos con agua y hielo se transforman en la más exquisita bebida en un día de calor y sol. Ya cae el sol, y el viento sigue, la Luna no esta, y el mar a lo lejos se ve  espumoso por el viento constante, como ese día que viajaba junto a ella a orillas del mar, que pequeño auto, su gris los hacía desvanecerse en la carretera, como para no ser visto, quizás reflejaba la timidez de quién lo conducía, pero a que a minuto no paraba de conversar, tanto en común....... su mirada se perdía, la mía no dejaba de ver sus labios moverse, como dos deliciosas fresas que uno quiera saborear.
Es extraña esta noche pues veo el mar a lo lejos, como si fuera un cuadro de la más grande oscuridad, pero la espuma de las marejadas brillan como la sonrisa de ella al caminar cerca de la playa, miro a derecha y esta mi limonero, que brilla por las gotas de agua que lo cubren al recibir su ración de agua diaria, en eso veo un limón en el pasto, desciendo por él, como aquel día que mi mano bajaba por su espalda mientras sus manos me abrazaban, nuestras caras se acercaban...cerca...cada vez más cerca..... camino por el prado húmedo por el rocío de la noche y el agua de riego, lo tomo.........Aquel día mis brazos la cubrieron y las de ella me abrazaron.......y.........parto el limón lo coloco en el vaso, que ya  tenía agua y hielo........ que delicioso sabor..........me acompaña esta noche, como aquel día que junto a ella nos..........

Daniel Malfanti.



lunes, 1 de febrero de 2016

El duelo

Aquella noche ya era tarde, muy tarde, la música había llegado a su fin, después de una larga jornada de bailes......en esa época que existían lentos, si esos bailes en los cuales después de un largo cortejo y buena fortuna podías bailar pegado a ella, con la esperanza de conocerla y conversar de algo más..... y porque no.....besarse largamente en la oscuridad del baile.... que tiempos aquellos. 

Ya la había dejado en su casa, la había llevado en mi chevy del año 82, café como las arenas del desierto que me acompañaba como fiel compañero. Aquellos años eran difíciles, la noche no era buena compañía muchas veces, pero era el camino necesario para conocer. Ya volvía a donde alojaba en la oscuridad de la noche, en calles solitarias y algo húmedas por la brisa marina, solo me acompaña un auto, algo atrasado con respecto a mi. En cada semáforo se detenía unos metros atrás, yo doblaba y el auto doblaba solo unos segundos después, mi mirada se centro en el espejo retrovisor y los laterales, nada extraño además de ese auto con varias sombras adentro. 




Coloco la mano fuerte en la palanca de cambios y acelero un poco, solo justo, este otro hace lo mismo, ya no iré a casa, no los llevare a donde vivo.  Coloco la mano en mi fiel compañera, que sea años atrás en una pelea de bar, su filo sabía de pelear. Tomo la calle principal de mi ciudad, buscando como sacarlos, pero mi fiel chevy no tiene la potencia necesaria, me siguen de cerca, recuerdo unas calles pequeñas y oscuras, al llegar a la esquina engancho el motor, coloco freno de mano y el auto gira en 90 grados como si fuera una carrera....así como lo hacía con Claudio por esos años en el Sur, donde dominar el auto en el barro y los caminos malos era parte de la vida y del camino a la adultos    

 Avanzo unos metros y estos giran, por más que mi pie llega al fondo apretando el pedal del acelerador no puedo sacármelos, no hay tiempo de pensar solo actuar, solo tres cuadras más allá, giro nuevamente a la derecha, la calle esta oscura muy oscura como lo deseaba, engancho y acelero pero antes de llegar a la esquina quiebro la dirección y el chevy gira en 180 grados con tal violencia y rapidez que el sonido parece un rayo en el silencio de esa calle...... apago las luces.....y rápidamente me coloco el cinturón de seguridad.....si en mi época no se usaban.......mi corazón late, mi mano suda en la palanca de cambios, mi pie izquierdo apretando el embrague lo hunde con tal fuerza que pareciera que quebrare el piso del auto, mi pie derecho como una pluma toca el acelerador, mi ojos solo ven el camino, mi chevy esta al centro, no hay izquierda ni derecha, mis pensamientos son cortos, solo recuerdan sus ojos, sus besos, y su cuerpo mover al son de la música, hay un motivo para volver..... no importa que este por delante pasare sobre ellos como un huracán para ir a verla y besarla con pasión......el tiempo se hace eterno, pero solo son dos o tres segundos.... que más que eso....... aparecen las luces por la calle que venía....frenan y miran en mi dirección, esta claro que no me ven, el café de mi chevy y la oscuridad de la noche me ocultan.... doblan a la derecha.....
mi cuerpo exhala, se contrae, mis mano apretar el manubrio con tal fuerza que pareciera quebrarlo, mi pie izquierdo suelta el embrague, el derecho hunde el acelerador.......mi mano derecha con fuerza y delicadeza mueve la aplanada de piso hacia la primera, enciendo las luces y mi chevy salta hacia adelante.....luces contra luces marcando el destino de la colisión inmininte... los neumáticos queman el piso, en eso distingo algo del color del otro auto, de un color suave, solo unos pocos metros nos separan....el acelera y quiebra la dirección a la derecha, solo centímetros nos separan mi pie sigue al fondo, ya la segunda esta puesta.....su auto en una rápida movida se incrusta con lo que encuentra en la vereda, paso solo a un par de centímetros de de su costado trasero...veo las sombras al interior, eran tres y se retuercen al interior como hielos en una coctelera, coloco tercera y me pierdo por las calles en la penumbra de la noche...........ya no hay rastros de ellos....  pasaría la noche en cercanías del mar lejos de todo, en un lugar que pudiera dominar, y donde el reflejo de las estrellas me permitiera soñar en su tierna mirada.

Daniel Malfanti

Streets of Fire