martes, 26 de enero de 2016

Un beso en una noche fría.

Unos días atrás mientras buceaba un viejo naufragio, marcando una ruta en la más completa soledad, luchaba por concentrarme entre esos viejos y retorcidos fierros, pero al llegar a la proa de ese barco que descansa en el fondo del mar,  no pude evitar que mi mente recordara a esa mujer de ojos azules y cabello al viento, que en un fría noche sureña me había conquistado. Ella solo vestía un simple vestido azul con puntos blancos, le caía con tan suavidad sobre su cuerpo como la nieve que cubre un volcán en una suave ventisca, que mi vista quedo embrujada desde ese momento. 

Seguía avanzado entre cadenas y grilletes, evitando en todo momento enredarme, más ocasionalmente golpeaba contra algún fierro, solo había un metro de visibilidad. Al ver las barandas de proa, esas que evitan que uno caigan agua, ella nuevamente me visita, con esa mirada de dulzura y coquetería, yo giro mi mirada buscándola apoyada en la baranda, pero no esta. 

Mientras recupero la concentración, paso a centímetros de lo fue el cabrestante del barco, ya destruido por el tiempo, pero no por ello menos fuerte que en aquellos años que navegaba este Vapor trasladando a tanta gente. Mira hacia abajo de la proa, mi foco no es capaz de ilumina más de un metro a pesar de su potencia, esta todo muy oscuro. 


Con mi mano izquierda tomo la baranda y me descuelgo, como sin con ello sintiera seguridad, mi equipo que no emite burbujas genera tal silencio que la paz lo inunda todo. Así mientras desciendo me acuerdo de como ella me miraba con esos ojos brillantes y coquetos, y como su mano apretaba la mía, en medio de esa noche fría a orillas del mar, no paso largo rato en que mi brazo la rodeara, y ella se pegara a mi. 


Salieron muchas palabras, ya no recuerdo de que hablamos, pero si del momento en que sus labios tocaron los míos y en que mis manos recorrieron su espalda, éramos jóvenes y apasionados; en eso algo golpea mi cabeza, era la cadena que pasa sobre mi, y en un giro extraño va hacia popa, doy una vuelta a la línea pues llegare al fondo.  Desciendo unos metros más, mi profundimetro marca algo más de 50 metros, solo hay medio metro de visibilidad, en eso veo un ancla pegada al casco, como cuando la abrace a ella así de cerca. El ancla parecía fundirse con el casco oxidado, no pude evitar recordar esos besos de pasión y esas caricias de juventud, que nos llevaron más allá de unos simples besos. Esos que transformaron el frío en calor y las caricias, si las caricias en el más poderoso fuego de pasión.

Mi computador destella, ya es hora de volver, inicio el retorno, por donde vine, como si repitiera los recuerdos que invaden mi mente, tras aleteos suaves y complejos llego a donde empece, veo hacia atrás y justo la visibilidad a aumentado, y me deja ver los restos náufragos con total desnudes, como aquella noche bajo la lluvia en que ese bello cuerpo desnudo mire.


Daniel Malfanti.

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