jueves, 30 de mayo de 2019

El Muelle

Una tarde lluviosa  y de viento frío corría aquel día en aquella ciudad puerto, el mar estaba un poco agitado y blanco, mostrando la intensidad de este cuando lo desea. Las gaviotas volaban sobre las grúas del muelle que era dedicado solo al paseo ciudadano de aquel lugar, era el último vestigio de un pasado glorioso que las personas podían visitar libremente. En el extremo del muelle más saliente hacia el mar una mujer lo contemplaba con total tranquilidad bajo un techo de un mirador que ahí por años estaba, y que dejaba ver el abandono del lugar. 
Sus cabellos estaban sueltos al viento, un chal tejido cubría su vestido y un paragua en el piso era todo lo que llevaba, parecía feliz y radiante a pesar del clima, como si mirar un mar poderoso le llenara el alma. 
- en un momento llega a ese extremo un hombre, solo un poco más alto que ella, con ropas oscuras como de montañés y un gorro de ala ancha, se apoya en la baranda del muelle y desde uno de sus bolsillos algo extrae, lo sostiene con fuerza.- 
Ella en ese momento esta contemplando el vaivén de un velero amarrado a una boya, su mirada no se aparta de ese baile sobre el mar. Es tal su concentración que solo el sonido de la fuerte pisada que ejecuta el hombre para lanzar con agilidad el objeto muy lejos del muelle, la hace darse cuenta que ya no esta sola en aquel lugar.    Pero al ver que algo voló por los aires su mente se llena de curiosidad, como alguien podría contaminar el mar o más extraño aún deshacerse de algo en las profundidades de este. 
Ella lo mira y observa con detalle, ve que este se apoya en las barandas del muelle y se queda contemplando el mar con nostalgia, a ratos se mueve el sombrero que lleva como buscando alguna explicación de algo sucedido. –
Así lo observa por un largo rato, y le parece a ella que él no nota su presencia, siente que no es un hombre peligroso, si no más bien alguien como ella, que busca en el mar la paz y libertad añorada. No soporta más su curiosidad y ….
- hola – exclama ella…… hay un tiempo de silencio que se le hace interminable, como si sus palabras fueron tragadas por el mar…… hasta que
- hola, como estas?? Disculpa no te había visto. – le responde él
- no es problema, es un lugar hermoso este mirador en el muelle- le dice ella.
- así es, lo he visto hoy en la mañana, y después de terminar una reunión he venido a cerrar algo de mi vida que necesitaba, y para ello que mejor lugar que este.- le dice él.

- si quiere conversar más cómodo siéntese aquí es más protegido- le dice ella.
él la observa con más detenimiento por unos segundos y ve que lleva bien sus años, su mirada es intensa y sus ojos apasionados, duda otros segundos, y entre un tartamudeo, responde que si, es buena idea.
- se sienta a su lado, guardando un poco de distancia, lo que permite el asiento, ella lo mira y le pregunta que ha lanzado al mar, con cierto grado de reprobación.- el duda si responder o no, pero ante la mirada intensa de ella, no puede negarse a complacerla, he lanzado un recuerdo que me encadenaba a un lugar y con esto puedo decir que soy libre.
- y tú que haces aquí en este día gris- le pregunta él.
- cada primer martes de cada mes es mi ritual venir a contemplar el mar, pues en el me siento reflejada y esto me hace libre – le dice ella de forma muy contundente pero amigable.
Así comienzan una serie de preguntas y respuestas entre ambos, parece que el frío y el viento no los detiene ni les molesta, pasa el tiempo, quizás como una hora o más, hasta que de repente una ola salpica agua y los moja. 
Él ante eso la abraza y ella lo mira sonriente, el la cubre y le acaricia la espalda, las risas aumentan entre ambos, como si el mar los uniera. Las sonrisas de cada uno a otro llenan ese lugar de armonía, hablan del mar, la libertad y los deseos. – el se pone de pie para mostrarle algo en el mar, en ese momento la toma de la mano con los dedos cruzados, ella intenta contenerse y no puede, y lo sigue para observar. De sus labios salen historias fantásticas bajo las profundidades del mar, ella sonríe al escuchar las historias, como si ella fuera parte de lo que cuenta. 
Cuando él le muestra como el sol comienza a desaparecer en el mar, y el cielo comienza a cambiar a un color naranjo intenso, ella no puede dejar de mirarlo a los ojos, en ese mismo momento el viento decae y la tranquilidad del mar llega. Él al ver como ella lo mira, sin decir nada simplemente la abraza fuertemente, ella se deja, sus caras se acercan mucho, él desliza su mano derecha bajo sus ropas, buscando la piel, ella lo sabe y lo deja, y al mismo momento ella pega su mejilla a la cara de él. Sus labios se tocan, y suavemente las sonrisas se transforman en besos apasionados, se giran y se abrazan intensamente, los besos suben de intensidad, ahora las dos manos de él están bajos las ropas de ella. 
Ella lo siente y lo disfruta, sus manos buscan la piel de él, están solos en el muelle, no son vistos por nadie. Los besos y las caricias aumentan, hasta que las manos de él cambian de posición en ingresan por debajo de su vestido. Ella siente como el calor invade su cuerpo, como su piel se eriza en cada contacto, y siente cuando las manos de él retiran el pequeño calzón de color gris que lleva. Las manos de ella lo toman de la espalda, le ha soltado la camisa, ahora busca el pantalón. 
Se besan sin  parar, él le besa el cuello mientras ella cierra los ojos y su cuerpo lo mueve hacia el amplio asiento del muelle, el va con ella. Ella se tiende en el asiento que le da comodidad, mientras sus labios buscan su piel locamente, están solos en el muelle en ese atardecer. Ella logra soltar las ropas de él, están semidesnudos a orillas del mar, se tocan con locura, con pasión y deseo de una tarde única. Ella lo rodea con sus piernas y lo invita a entrar en ella, él se mueve suave al comienzo, sin dejar de acariciarla con las manos en su espalda en todo momento, hasta que ve los ojos llenos de pasión y entiende la señal, hace un movimiento que con el solo hecho de sentir como las manos de ella lo aprietan fuertemente, comprende que ha llegado a lo más interno y profundo de su ser. 

Ahora es un movimiento unísono de ambos, que con el atardecer de ese día y el naranjo en el cielo que todo lo domina,  generan una sinfonía de pasión y lujuria que solo el mar puede contemplar.  Los gemidos, se pierden con el sonido de las olas y la humedad de los amantes se pierde en el mar, así transcurre un tiempo largo y candente, que sólo termina  cuando ambos caen rendidos de cansancio y placer mutuo. – siguen abrazados un buen rato, como si la piel de ambos fuera necesaria para el otro.- Se miran a los ojos en la oscuridad del momento, se sonríen tiernamente, y de forma sutil se suben sus ropas y abrochan lo suelto, se vuelven a mirar a los ojos, se toman de la mano, pues saben que es hora de irse, pero salen juntos del muelle, y se detienen bajo un farol solitario, dándose un beso de amantes eternos y susurrándose al oído que volverán a verse,  luego de eso, caminan en distintas direcciones sabiendo que se verán el martes del próximo mes.  
Daniel Malfanti



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